Hace diez años, había una multitud ansiosa en el Vaticano. Algunos cantando, otros rezando para que el Espíritu Santo ilumine a los Cardenales que elegirían al nuevo Papa. Aumentaba la ansiedad, todas las miradas se dirigían hacia una chimenea que daría la señal.
Más de una vez surgió un espeso humo negro, causando desilusión a todos. El mundo, los católicos especialmente, estaban expectantes. El silencio se había adueñado del lugar, hasta que de pronto alguien gritó “miren, humo blanco, humo blanco’’.
La plaza estalló en cantos, gritos, lágrimas y expresiones de alegría. Ese humo blanquecino se elevaba hacia el cielo para comunicar al mundo y también a Dios, que había sido elegido un nuevo Papa. Un nuevo representante de Cristo en la tierra.
Ahora la ansiedad era por saber quién había sido elegido, hasta que se corrieron las cortinas de una de las ventanas del Vaticano, que encerraban celosamente el secreto.
Hasta que un Cardenal, desde ese lugar, anunció solemnemente “Habemus Papa. Es el Cardenal Bergoglio, de Argentina”. Sorpresa, emoción y orgullo, porque había sido elegido un sacerdote argentino, Jesuita y como si fuera poco, el primer Papa Latinoamericano. Hay que decir la verdad, hubo quienes en el mundo se alegraron por la designación, de este nuevo Papa.
Otros se decepcionaron y algunos, como yo, dudamos. Porque no lo conocíamos o porque alguna prensa lo había difamado.
Pero desde el primer gesto de “pedir que el pueblo rece por él y lo bendiga”, nos ganó el corazón; estábamos frente a un hombre de Dios, humilde. Que además como San Francisco frente a su pueblo, se despojó de las lujosas vestiduras, quedando frente al mundo y frente a Señor, con una sotana blanca y sus gastados zapatos negros. Algo en mi corazón me dijo, “te equivocaste Pablo”, este, verdaderamente es un elegido por Dios.
Los pobres del mundo, los desclasados, los marginados de la sociedad, aquellos que Jesús prefería, comenzaban a ver en este hombre un amigo, padre, alguien que sería su voz, la voz de los que nunca son oídos por el mundo.
Su primer mensaje a los sacerdotes, obispos y cardenales, fue novedoso, comprometedor para todos ellos: “Salgan a la periferia, tengan olor a oveja (júntense con el pueblo)’’, y como decía el cardenal Pironio: “Sean los amigos de Dios para los hombres”. No sean funcionarios, sino padres, hermanos de todos. Este mensaje, así expresado, era nuevo, no todos lo aceptaron fácilmente.
A los laicos, a nosotros, nos dijo: ‘‘Amen a sus hermanos, preocúpense y ocúpense por ellos, especialmente por los más humildes’’.
Francisco, si bien es el Papa o (papá) de los católicos, ama, reza y trabaja por la paz y los derechos de todos los hombres y mujeres del mundo.
Francisco, como su Señor Jesús, solo rechaza la hipocresía y la mentira, con que a veces algunos hombres disfrazan su egoísmo. Poco tiempo de después de ser elegido, reviví aquel momento mirando un video; al ver su blanca y humilde imagen en el balcón del Vaticano, mientras las campanas repicaban celebrando su elección como Papa, surgieron en mí las lágrimas antes contenidas; y pensando en su obra tan humana, recordé y comprendí una frase que un pensador latinoamericano dijo en esos días en un programa de televisión: ‘‘Este Papa es peligroso’’, y ante la pregunta preocupada del periodista ¿por qué dice eso?, contestó: “Porque este Papa Cree en Dios”.
Papa Francisco, gracias por ser así tan humano, y quédese tranquilo, siempre rezamos por Usted.
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