Este encogerse de hombros y de energías, singular reflejo de una crisis de vida, de una época de desaliento y desencanto, de confusión y de promesas incumplidas, de falta de horizontes. Esto se debe, fundamentalmente, a la falta de valores.
Cuando se habla de valores se hace referencia a aquello que hace buenas a las cosas, aquello por lo que las apreciamos, por lo que son dignas de nuestra atención y deseo. El valor es todo bien encerrado en las cosas, descubierto con la inteligencia, deseado y querido por voluntad. Los valores dignifican y acompañan la existencia de cualquier ser humano.
El valor, por tanto, es la convicción razonada y firme de que algo es bueno o malo y de que si nos conviene o no. Asimismo, reflejan la personalidad de los individuos y son la expresión del tono moral, cultural, afectivo y social marcado por la familia, la escuela, las instituciones y la sociedad en que nos ha tocado vivir.
Como descubrir los valores y ponerlos en práctica
El hombre tiene dos facultades superiores muy nobles: la inteligencia y la voluntad.
La primera, descubre que las cosas son portadoras de valor y sabe que puede comportarse sensatamente o guiarse, no por el capricho, sino por lo que la razón le hace entender que es bueno. En tanto la segunda, rompe su indiferencia frente a las cosas y decide lo que aquí y ahora vale más para él y elige. Al hacerlo, jerarquiza las cosas y se compromete con ello.
Entonces se infiere que el ser humano está atrasado por ACTITUDES que pronto se convertirán en hábitos operativos. Si lo que ha elegido es bueno y se perfecciona, entonces se llega a la VIRTUD, que es la disposición permanente a comprometerse como hombre,
¿Quiénes trasmiten valores?
Todos influimos en la carga valorativa, pero el que se educa es uno mismo: los valores los hace suyos el sujeto. Cada individuo se forma a sí mismo, descubriendo los valores con su propia libertad experiencial en la familia, en el colegio, en la calle, por la televisión y demás medios de comunicación.
Son las personas más significativas para el niño o el joven las que más influyen en su experiencia de los valores: padres, maestros, educadores, tutores, sacerdotes, entre otros.
Ventajas y frutos de los valores
Una vez interiorizados, los valores se convierten en guías y pautas que marcan las directrices de una conducta coherente. Se convierten en ideales, indicadores del camino a seguir. De este modo, nos permiten encontrar sentido a lo que hacemos, tomar las decisiones pertinentes, responsabilizarnos de nuestros actos y aceptar sus consecuencias. Nos permiten definir con claridad los objetivos de la vida. Nos ayudan a aceptarnos tal y como somos y estimarnos. Nos hacen comprender y estimar a los demás. Facilitan la relación madura y equilibrada con el entorno, con las personas, acontecimientos y cosas, proporcionándonos un poderoso sentimiento de armonía personal.
(J.M.C. CONCORDIA)