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Salud Nota vista 5048 veces - 20 de Septiembre de 2018



Carla Calvo cuenta la historia de su papá, Javier, “capitán del barco en medio de la tormenta”

Javier nació en la vieja ciudad de Federación, el 14 de abril de 1966, vivía en esa ciudad y se desempeñaba como rector de la escuela técnica Nº57 Fray Luis Beltrán de dicha localidad, cargo que alcanzo luego de estudiar y rendir un examen de oposición en 2014. El 14 de abril de 2015, cumplió 49 años y días después, el 1 de mayo, contrajo Botulismo. Antes de enfermarse, era un hombre activo, lleno de proyectos, que vivía pensando en el futuro de sus dos hijas y en el bienestar de su familia. Javier hizo la escuela secundaria en la ciudad de Concordia, donde cosecho “amigos inigualables”, que estuvieron acompañándolo día tras día, que no lo dejaron caer, ni a él, ni a nosotras.

Carla, su hija mayor, contó la historia a Suple Inclusivo, “en Semana Santa de 2015, con mis papas, viajamos a Mina Clavero, Córdoba, y como es costumbre, trajimos regalos a los familiares, dentro de esos regalos había un frasco de ‘POROTOS CONDIMENTADOS EN ACEITE’ marca ‘LA ROCKA’, el cual era un presente para mi abuela. Ese viernes 1º de mayo, un hermoso día de sol, nos juntamos a celebrar un par de cumpleaños y el Día del Trabajador, amigos y familiares, un total de 15 personas almorzando en nuestra casa en Federación, Entre Ríos. Ese día, fue el principio del fin”. 


“Ese mediodía, mi abuela trajo el frasco para compartirlo en el almuerzo, y allí es donde comenzó todo. El frasco pasó por la mano de todos los comensales, pero solo tres de ellos consumieron el producto, los tres que luego resultaron intoxicados. El producto CONTAMINADO no estaba vencido, ni tenía feo olor, estaba, a simple vista, en perfectas condiciones, característica principal de la bacteria Clostridium Botulinium que no modifica ni altera el alimento”, continúa Carla.


“Los síntomas no tardaron en llegar, esa misma noche uno de los consumidores, oriundo de Concordia, se descompensó y fue internado en la terapia intensiva del Sanatorio Garat, luego le siguió el turno a mi papa y por último, mi abuela. Papá comenzó a ver doble, a tener el estómago revuelto y a medida que avanzaba el tiempo los síntomas fueron aumentando, le siguieron diarrea y vómito. La ingesta del producto fue el viernes al mediodía, los síntomas fueron diferentes en los tres consumidores, y el lunes por la madrugada papá se descompensó, presentaba debilidad muscular e insuficiencia para respirar. Mi mamá y mi hermana lo cargaron en el auto y lo llevaron al Hospital San José de Federación, cuando el médico de guardia los recibió, papá estaba totalmente descompensado, luego de tratar de estabilizarlo hace el primer paro respiratorio, por lo cual lo entuban y realizan la derivación urgente al Hospital Masvernat. Ingresó en la guardia, le hicieron todos los controles de rutina, y salió todo bien, pero papá no respiraba, “un edema de glotis” le dicen a mi mama, “su esposo no puede respirar, es como una alergia”. En ese momento, mamá se ilumina y dice “¡los porotos!”, acordándose que mi abuela también ya se encontraba descompuesta. Los médicos le consultan de qué porotos hablaban y ella les dice un frasco de porotos, ¡una conserva!”, detalla la hija de Javier.


Carla, quien para esa época estudiaba Farmacia en la ciudad de Rosario, nos dice “la enfermedad menos pensada, BOTULISMO, de origen alimentario, a contra reloj había que conseguir la antitoxina, cada segundo que pasaba el cuerpo se afectaba más. Ese mismo lunes, a la noche, mi abuela entró a terapia intensiva. Madre e hijo, uno al lado del otro dentro de la terapia, con respirador artificial a la espera de una antitoxina que llegue a tiempo, que los salve. La antitoxina llegó, luego de confirmado el diagnostico de Botulismo, el martes por la tarde, al límite de las horas de colocación. Y de ahí en más a esperar. El jueves por la mañana les realizan la traqueotomía a los tres pacientes; ese mismo día por la tarde, Daniel falleció. Mi abuela comenzó a evolucionar favorablemente, contra todos los pronósticos médicos, y comenzaron a evaluar la posibilidad de trasladarla a buenos aires. Se concreta el traslado el 28 de mayo, pero su estado era aún delicado y su cuerpo no lo resistió, falleció cuando estaba llegando al Sanatorio Güemes en la ciudad de Buenos Aires”.


“Para papá los días siguieron pasando pero las complicaciones por estar dentro de una terapia intensiva no tardaron en llegar, la primera neumonía, un paro cardiaco, otra neumonía, las escaras, infecciones urinarias, fallo multiorgánico, diálisis, etc. Desde el lunes 4 de mayo al 9 de septiembre de 2015, papá estuvo en la terapia del Hospital Masvernat, sobreviviendo día tras día, segundo tras segundo, y su familia y amigos en la sala de espera por la mañana esperando el parte médico, que también hacíamos llegar por distintas redes sociales a nuestra ciudad de Federación a modo de comunicación e información a nuestros amigos y conocidos y por la tarde esperando para entrar un segundo a verlo y darle palabras de aliento, contarle como estaba el mundo afuera y como lo esperábamos, estábamos en medio de una tormenta y él era el capitán de ese barco”, agrega la, hoy, estudiante para técnica en calidad e inocuidad de los alimentos.


“Luego de muchas idas y venidas con su obra social, recurso de amparo de por medio logramos trasladarlo a un centro de rehabilitación respiratoria de alta complejidad en la ciudad de Pilar, Buenos Aires. Allí, comenzamos el día a día con un nuevo papá, que no respiraba, que no hablaba, que se alimentaba por sonda. Recuerdo como si fuera hoy el primer día que lo bañaron, acostado en la cama, con el respirador, y vi la escara sacra que tenía. Fue aprender todo de cero, él y nosotras para poder ayudarlo. De a poco, comenzó la rehabilitación de su cuerpo, destete respiratorio, kinesiología, terapia ocupacional, psicopedagoga y fonoaudióloga para el lenguaje y la deglución, psicología para él y nosotras”, continúa el relato de la joven.


Carla recuerda que “en abril de 2016, emprendimos el retorno a casa, luego de casi un año entre hospitales y centro de rehabilitación. Volvimos a casa con papa en silla de ruedas, totalmente dependiente de asistencia. Tuvimos que aprender a bañarlo en una silla de baño, a reorganizar la casa para que pueda circular la silla de ruedas”.


“Desde Remeo, el centro de rehabilitación donde estuvimos en Pilar, volvimos con una derivación que indicaba las terapias que papa debía continuar haciendo, en lo que ellos llaman un Hospital de Día. Comenzamos la búsqueda de un nuevo lugar con las características que nos recomendaban, donde poder continuar la rehabilitación ambulatoriamente. En Buenos Aires hay muchos lugares de rehabilitación que incluyen todas las disciplinas (Kinesiología, Psicopedagogía, Fonoaudiología, Psicología, Terapia Ocupacional, etc.) pero en nuestra ciudad era difícil conseguir un lugar donde pueda realizar todas las terapias en conjunto. Luego de buscar y buscar nos recomendaron el Instituto Ser en Concordia, así que me comunique con ellos y concurrí a una entrevista donde conocí a Silvina Vargas, excelente profesional y una persona excepcional, que desde el primer momento custodia casa paso de la evolución de papa y nos enseña a nosotros convivir en el día a día con él.


Aunque significara viajar casi todos los días a Concordia, que nos queda a 60 km de nuestra casa en Federación; Instituto Ser era el mejor lugar, ya que cuenta con todas las disciplinas que papa necesita, y hoy en día no tengo dudas”, relata la estudiante en la UNER.


“En el Instituto Ser, papá realiza múltiples terapias, Fonoaudiología, Psicopedagogía, Terapia ocupacional, Kinesiología. En un primer momento asistía cuatro veces por semana, a medida que fue evolucionando se fueron reduciendo la cantidad de terapias. En la actualidad asiste dos veces por semana al instituto, y luego en Federación una vez por semana va al kinesiólogo. También cuenta con acompañante terapéutico, algunas horas en la semana, ya que mi hermana y yo estudiamos y mi mama trabaja”, explica Carla.


“En este camino que transitamos, conocimos personas únicas e insuperables, que hacen que a pesar de todo; lagrimas, malos momentos, decepciones, dolores; se sienta que... ¡estar vivo es maravilloso y que siempre hay una oportunidad de empezar de nuevo!”, finaliza la joven.


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